En otra entrada comentaba cómo entendía la sociedad Aristóteles en la Grecia Clásica. Esta entada servirá para comentar algunas impresiones sobre el libro El Contrato Social de Rousseau.
En este libro, el autor propone lo que él considera mejoras para la sociedad en la que vive. Sin embargo, desde la perspectiva histórica actual sabemos que dichas supuestas mejoras han acabado justificando los gobiernos totalitarios que hemos podido ver a lo largo del siglo XX. Por eso indico en el título de la entrada un contrato no tan social.
El Capítulo I, Rousseau empieza hablando de que “el hombre ha nacido libre, y sin embargo, vive en todas partes entre cadenas”. El autor no se considera capaz de saber cómo se ha llegado a esta situación, pero sí cree saber cómo se justifica en su tiempo.
La primera institución social fue la familia. Los hijos permanecían dependientes de sus padres el tiempo en el que necesitaban de ellos, y pasado este tiempo se emancipaban o permanecían junto a ellos por propia voluntad. Por lo tanto, cualquier individuo se acababa convirtiendo en dueño de sí mismo. Sin embargo, cuando existe una situación de esclavitud, los hombres no son todos iguales, sino que unos nacen para ser dueños y otros para ser esclavos. Al contrario que en el caso de la familia, aquí parece imponerse la ley del más fuerte. Obedecer al más fuerte “es un acto de necesidad, no de voluntad”. También el pueblo pierde su libertad cuando se somete a un monarca. Rousseau se pregunta por qué se vende un pueblo. ¿Qué ganan los ciudadanos con ello? Algunos dicen que la monarquía les garantiza la paz, o que el monarca cuida de sus ciudadanos como un padre. Pero para Rousseau no es esto lo que ocurre, porque es el mismo monarca el que en ocasiones empieza guerras que causan pérdidas y sufrimientos a sus ciudadanos. Por otro lado, al contrario que el padre, el monarca no vela por sus súbditos, porque el padre se priva de lo que tiene por amor a sus hijos, mientras que los monarcas viven a costa de lo que obtienen de ellos.
Dado que la esclavitud no se sostiene y la obediencia a un monarca soberano provoca más inconvenientes que ventajas a sus súbditos, Rousseau propone la creación de un nuevo pacto social entre los hombres. El problema social que pretende solucionar este Contrato Social sería el siguiente: “Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común la persona y los bienes de cada asociado”, de manera que cada individuo “uniéndose a todos, no obedezca sino a sí mismo y permanezca tan libre como antes”.
La manera de llevar a la práctica este contrato social sería haciendo que “la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a la comunidad entera”. De esta manea se conseguiría que al entregarse todos por igual a los intereses de la comunidad, todos saldrían beneficiados, y ésta no sería onerosa para los demás. Es decir, el individuo cede parte de su libertad a un ente superior, la comunidad o el Estado, que no es de nadie.
Rousseau opina que en esencia el pacto o contrato social descansa sobre la idea de que “cada uno pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y cada miembro considerado como parte indivisible del todo”. Por lo tanto, el individuo ya no se pertenece, sino que forma parte de un todo llamado Estado. Es una manera, a mi parecer, elegante de perder la propia libertad.
El Estado además, no se equivoca porque “estando formado el cuerpo soberano por los particulares, no tiene ni puede tener interés contrario al de ellos”. Por lo tanto, no es necesario que dé ningún tipo de garantía a sus súbditos porque es imposible que pueda perjudicarlos. Es más, en opinión de Rousseau, tampoco puede dañar a ninguno en particular. No es necesario por tanto, ningún mecanismo de control a los excesos que se puedan cometer por parte del Estado. Desde nuestra perspectiva esto puede parecer ilógico, pero es justo reconocer que Rousseau no podía conocer los excesos que desde esta concepción del Estado se podían cometer contra los judíos, por parte del Gobierno de la Alemania nazi, o de los opositores políticos a los Regímenes comunistas que ha habido y hay todavía en distintas partes del mundo.
Sin embargo, en opinión de Rousseau, hay que tener en cuenta que los individuos pueden tener una “voluntad contraria o desigual a la voluntad general”, de manera que obren en contra del bien común. Por lo tanto, cualquiera que no obedezca a la voluntad general deberá ser obligado a ello. De hecho, esta imposición no es mala para el individuo dado que “se le obligará a ser libre”. La libertad consiste por lo tanto, en someterse a los dictados del Estado. El individuo puede hacerlo por voluntad propia o se le puede obligar. En ambos casos se potenciará el bien común y se conseguirá que este individuo sea libre.
Por supuesto, no estoy de acuerdo con estas afirmaciones. Para mí la libertad del individuo es un bien que hay que potenciar, y de la consecución de este bien depende el bienestar de ese individuo y de la sociedad en general. Desde mi punto de punto de vista, la limitación de la libertad estaría justificada únicamente en situaciones en las que el ejercicio de la propia libertad supusiera un riesgo evidente para los demás (como la conducción temeraria, la desatención a los hijos o a los padres, etc.).
Por último, Rousseau no aboga por la eliminación de la propiedad privada, como han propuesto con posterioridad muchos de sus seguidores, sino que: a) cada particular disponga únicamente del terreno que no esté ocupado previamente por otro, b) no ocupe más que la parte necesaria para subsistir y c) no se tome posesión del mismo mediante ningún tipo de ceremonia, sino mediante el trabajo (por ejemplo, mediante el cultivo de la tierra). De esta manera se evitaría la acumulación excesiva de propiedades en unas únicas manos, y se facilitaría una distribución más equitativa de la riqueza. Es importante notar, sin embargo, que en este apartado no se propone que se quiten las tierras a los actuales propietarios, sino que esto se aplicaría únicamente a las nuevas ocupaciones que se hicieran a partir de ese momento. Además, la propiedad de la tierra no sería nunca exclusiva del propietario, sino que sería compartida con la comunidad.
En general, considero que esta obra es muy interesante porque se plantea de una manera novedosa cómo se podría organizar la sociedad. También ha resultado inspiradora para muchos autores posteriores, que han ahondado en la posibilidad de limitar la libertad individual para otorgar más poder al Estado. Sin embargo, estas ideas resultan peligrosas, como ya intuyeron algunos coetáneos del autor, y como ha demostrado la experiencia posterior.
En este otro enlace, el lector interesado podrá encontrar otra reseña realizada sobre este libro.
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