Introducción
Didier Fassin es un antrológo, sociólogo y médico francés. En un primer momento se dedicó a estudiar temas de salud. Más tarde se centró en tratar de comprender los entramados políticos y morales de las sociedades contemporáneas.
En palabras del propio Fassin, en sus trabajos ha analizado: “la reformulación de la injusticia como sufrimiento, la violencia como trauma, y la resistencia como resiliencia”.
La revista mexicana Andamios le realizó una entrevista en agosto de 2017, y en este trabajo se comentaban los aspectos más importantes de este artículo.
Dimensión social de la enfermedad
Cuando Fassin empezó a trabajar como médico, le impresionó el hecho de que en ocasiones sanaba a los pacientes. Sin embargo, luego volvían a la calle y se encontraban con las mismas situaciones (condiciones materiales y sanitarias deficientes) que les habían hecho enfermar.
A partir de esta experiencia, Fassin fue consciente de que la enfermedad no era un producto resultante únicamente de agentes patógenos. Por el contrario, había una serie de componentes culturales, históricos y políticos que influían en el bienestar de todos, en especial de los más desfavorecidos.
Para Fassin, “nada es moralmente neutral en el espacio político, ni las operaciones intelectuales por las que se nombran y se aprehenden las cuestiones”.
El gobierno humanitario de Didier Fassin
El gobierno humanitario es una forma de administración de las poblaciones, por medio de la movilización de sentimientos morales y de la compasión, hacia aquellos que son afectados por las desgracias del mundo.
Sin embargo, Fassin toma una posición crítica sobre la razón humanitaria. Para él, “no se trata de criticar las acciones sino de tomar una perspectiva crítica sobre lo que significan e implican, y preguntarse lo que se gana y lo que se pierde cuando se traducen los hechos sociales en el lenguaje humanitario”.
En otras tradiciones culturales también se dan sentimientos morales. Por ejemplo, en el mundo islámico se da importancia a la caridad, y en el budismo a la compasión.
Sin embargo, existe una singularidad en occidente, y es que mientras que la caridad musulmana o la compasión budista son esencialmente locales, en occidente existe una voluntad de extender el orden político, religioso, económico y moral al conjunto del planeta, y particularmente a los países subdesarrollados.
El riesgo del gobierno humanitario es que se puede convertir en un sistema que permita mantener la existencia de un orden desigual en la sociedad y de legitimar este orden con soluciones que alivian las situaciones más terribles de la pobreza, sin criticar ni cambiar la estructura.
Fassin considera que es importante “revelar los procesos por los cuales se hacen invisibles los mecanismos de dominación”.
Reflexión personal
En líneas generales, estoy de acuerdo con las ideas de Didier Fassin. La acción humanitaria genera dinámicas de las que no siempre somos conscientes desde fuera de cada contexto cultural concreto, por lo que está muy bien reflexionar sobre estos mecanismos subyacentes de dominación.
En algunos países que he visitado en vías de desarrollo, las políticas de cooperación han cambiado drásticamente la estructura de poder dentro de la sociedad, muchas veces con resultados no deseados.
Esto en ocasiones genera una actitud de odio hacia lo occidental, que llevan, a las nuevas clases desfavorecidas por la intervención externa (por ejemplo, los hombres respecto a las mujeres, o los miembros de una etnia respecto de otra), a refugiarse en discursos radicales anti-occidentales o anticristianos.
Por esto creo que es importante conocer las estructuras de poder que hay en los países que reciben ayuda humanitaria. No se debería guiar esta ayuda únicamente desde los parámetros occidentales. Sino que hay que ser sensible a la realidad histórica, religiosa, cultural y política del país que va a recibir la ayuda. Así se evitará generar en exceso tensiones sociales, y sobre todo, habría que evitar generar una nueva clase favorecida en detrimento de una nueva clase marginada.
