Poema de Enlil and Ninlil
Este poema sumerio, posiblemente parte de un himno o relato mitológico, exalta el dominio de Enlil y Ninlil sobre el orden cósmico, vinculándolos con lugares y canales sagrados que consolidan su poder. A través de una repetición enfática—«es así», «mi destino fue decretado», «mi palabra fue sellada»—, el texto refuerza la firmeza de las decisiones divinas y la imposición irrevocable de su voluntad, marcando un universo sometido a decretos sagrados e inquebrantables.
Nippur y el canal Nun-Bi-Irtum se erigen como nexos entre lo humano y lo divino, lugares donde la influencia de Enlil, también llamado Mullil o Nunamnir, se manifiesta con claridad. Como dios supremo, modela el destino y purifica el mundo, mientras que Ninlil, su consorte, proyecta sabiduría y autoridad, avanzando junto a Enlil en su misión divina.
El viaje de ambos dioses por la Tierra Pura impulsa el desarrollo del relato. A su lado, figuras como el hombre del río-montaña y el inspector del puerto reflejan las conexiones entre agricultura, comercio y estructura social. Cada decreto divino transforma sus vidas, definiendo sus roles y otorgándoles una restauración espiritual.
El agua, símbolo de fertilidad y comunicación con lo divino, recorre el poema como un hilo conductor que conecta el cielo y la tierra en un ciclo sagrado. La presencia de Suen (la luna) y Utu (el sol) refuerza este vínculo, consolidando la armonía celestial.
El poema termina proclamando a Enlil como el rey celestial absoluto, cuya voluntad es eterna e incuestionable. La frase final—«¡Alabado sea Enlil y Ninlil, la madre sabia!»—afianza su veneración y ratifica su papel esencial en la estabilidad cósmica.
Este texto nos muestra un universo estructurado por la obediencia a los dioses, donde el destino, la sociedad y la naturaleza se subordinan a la voluntad divina.
Para saber más se pueden consultar los vídeos de Eva Tobalina y la Fundación Raíces Europeas: Mesopotamia y sus Leyendas. O consultar otras entradas de La Escalera del Zigurat.