Poema de Enki y Ninhursaja
Este poema sumerio formaba parte probablemente de un himno o mito litúrgico más extenso. En él se celebra la tierra de Dilmun, un lugar sagrado, puro y bendecido por los dioses, especialmente por Enki, dios del agua dulce y de la sabiduría.
En sus líneas, el poema describe un paraíso donde no hay maldad, enfermedad ni muerte, y donde la naturaleza y la sociedad están en perfecto equilibrio. La reiteración de frases como “Dilmun es pura, Dilmun es radiante” sugiere que se empleaba para enfatizar su uso litúrgico o ceremonial.
En este texto, también se alude a la ausencia de violencia o sufrimiento en la tierra de Dilmun: ni los animales se atacan entre sí, ni existe la palabra maligna, ni el ojo maligno, lo que refuerza la imagen de un mundo ideal, ordenado por la voluntad divina.
A través de una estructura repetitiva y acumulativa, se muestra cómo Enki, con la ayuda de otros dioses, como Ninsikilla (patrona de Dilmun), Nin-Tur (la diosa madre o de los nacimientos), y Nin-Hur-Saja (diosa de las montañas), intervienen para transformar esta tierra inicialmente vacía y solitaria, en un centro fértil, lleno de agua dulce, grano, animales y abundancia.
Los actos rituales como la consagración de días, la presentación de libaciones y la creación de deidades femeninas (Nin-Nisig, Nin-Kurra, Nin-Imma) se presentan como momentos cruciales en la construcción del orden cósmico y agrícola.
Esto no solo simboliza el poder de los dioses sobre el destino, sino también el origen de la fertilidad y el ciclo agrícola en la cosmovisión sumeria.
Importancia de Dilmun en la antigüedad
Dilmun, probablemente hacía referencia al área geográfica de la actual Bahrein en la región del Golfo Pérsico. Este este poema aparece aquí como una “ciudad-almacén” portuaria, esencial para el comercio, que estaba conectada simbólicamente con montañas ricas en minerales, lana y productos exóticos como los de Tukriš, Magan o Meluhha.
Se sugiere así una visión idealizada del comercio internacional y la economía controlada por los dioses.
Finalmente, la narrativa se cierra con la restauración del orden, la eliminación de la maldición, y la proclamación de los decretos divinos. Esta culminación sugiere no solo un acto de creación, sino también de renovación cósmica, donde la tierra y la sociedad retornan a un estado armónico por intervención divina.
En conjunto, el texto es tanto un himno a Dilmun como una cosmogonía agrícola y teológica, que celebra el orden, la fertilidad y la justicia divina en un mundo idealizado bajo la protección de Enki.
Para saber más se pueden consultar los vídeos de Eva Tobalina y la Fundación Raíces Europeas: Mesopotamia y sus Leyendas. O consultar otras entradas de La Escalera del Zigurat.