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No basta con sentirse libre para serlo

Lion male in Masai Mara National Park

Para Benito Espinosa (1632-1677) la libertad adopta en los seres humanos, a menudo, un carácter ilusorio.  No basta con sentirse libre para serlo, sino que es necesario, además, saber acotar nuestros afectos o inclinaciones naturales, que ejercen sobre nosotros una influencia exterior, dándonos una falsa sensación de libertad. 

¿Quién es realmente libre?

Para este autor de origen español sefardí, nacido en Ámsterdam, solamente Dios es libre. «Dios existe necesariamente, y también libremente, porque existe por la única necesidad de su naturaleza». Es decir, siendo Dios perfecto, existe y no puede ser otra cosa que lo que es. Por eso es necesariamente libre. Porque lo que es perfecto no puede estar confundido, no puede tener estados mentales ilusorios. 

Sin embargo, el ser humano tiene una capacidad más limitada para entender la libertad. 

Imaginemos una piedra, dirá Espinosa. Esta piedra podrá ser movida por una fuerza externa y necesariamente adquirirá un movimiento. 

Si la piedra tuviera consciencia, podría llegar a pensar que se mueve porque quiere, porque es libre. Lo mismo sucede con los recién nacidos, que creen que maman simplemente porque les apetece, o las personas coléricas, que sienten enojo creyendo que eligen este estado libremente. 

Sin embargo, en todas estas circunstancias, y en otras muchas más que afectan a nuestra vida cotidiana, estamos siendo movidos por nuestros impulsos. No somos como Dios que podemos discernir con claridad, y no tenemos otra opción que ser perfectos (la naturaleza de Dios es necesariamente perfecta).

En nuestro caso, deberemos realizar un esfuerzo para saber discernir qué está bien y qué no. 

¿Cómo podemos ser libres?

Por lo tanto, nuestra comprensión de la libertad es limitada, porque somos seres contingentes (podemos ser de una manera, pero también de otra, al contrario de Dios, que solo puede ser perfecto).

Si somos seres limitados, únicamente seremos libres cuando logremos refrenar nuestros instintos, nuestros impulsos externos determinados por el medio natural, dirigiendo nuestras acciones hacia metas diferentes de las que nos dictan nuestras tendencias naturales. 

Cuando nos dejamos llegar por la inercia del impulso del momento, o por el apetito más fuerte, simplemente seremos como esa piedra que se deja llevar por la fuerza aplicada sobre ella. 

Por el contrario, si ante un impulso sabemos controlarnos, y elegimos lo que consideramos que es mejor, y no lo que nos apetece. entonces seres libres. 

Sin embargo, en opinión de Espinosa, no es eta una tarea fácil. Los seres humanos, dirá,  «no se hacen libres fácilmente- La experiencia nos enseña que más bien, que no hay nada que esté más alejado del poder de los hombres que moderar sus apetitos».

Esta moderación nos hace libres, pero al mismo tiempo nos hace humanos.  

¿Qué dice la ciencia actual?

Durante el siglo XX, una de las corrientes más influyentes de la Psicología Científica fue el conductismo. Se ha tendido a ver en esta disciplina que el ser humano, al igual que el resto de animales, responde de manera simple a estímulos que provocan respuestas. 

Si las consecuencias de una conducta son agradables tenderán a repetirse en el futuro. Si son desagradables las evitaremos. 

Sin embargo, como vimos en otra entrada de este Blog, esta es una visión muy limitada del ser humano. 

Los humanos pueden tener intenciones, hacer uso de su voluntad, y guiar su comportamiento en función de un conjunto de valores que determinan cuál es a conducta adecuada en cada momento más allá de sus consecuencias o de los apetitos de cada uno en ese momento. 

Lo que nos hace libres no es lo que más nos place en cada momento, sino lo que nos humaniza. 

Bibliografía

Berthaume, M., Chaumié, J.B., Delattre, M. y Jousse, J.L. (2012). Philosophie. Paris: Hatier.

Espinosa, B. (1674). Carta 58 a Schuller. 

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Publicado en Espinosa, La libertad

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